Detras de mis pasos y su loco recuerdo, su realidad misma a donde pretendo fugarme. En la realidad de la cordura y la locura lejana que ellos y yo tocamos todos los días con las manos. Y al cerrar los ojos, vemos lo irreal volverse tangible. Tocable, intocable, ireal y real, imaginario y creado en el fondo de la cabeza, justo a un lado donde se hace la luz que nos hace mirar. Lo real e irreal al mismo tiempo, de la fragilidad de la razón y la escasa locura. El borde en donde me gusta dar mis pasos, precavidos y riesgosos, pero eso sí pausados. Y al abrirlos vemos lo que somos, sin mentiras, como reflejos de un espejo.
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